lunes, 30 de septiembre de 2013

Llevame lejos (versión completa)

el colectivo llevaba una velocidad relativamente alta, me llevaba por la misma ruta desde hace tres años, tiempo en el cual no había cambiado el aspecto del trayecto en lo más mínimo. comúnmente dormía, me perdía en mi celular o trataba de terminar los deberes escolares inconclusos, que dejaba por descuido o irresponsabilidad del día anterior. pero ese día me mantuve despierto y atento a la vista que se apreciaba mientras hacía mi trayecto a la universidad.

Sentado a mi izquierda un pequeño niño no mayor de 7 años me miraba de una forma que, ciertamente, me incomodaba. su sonrisa era plena abarcaba cada centímetro de su rostro, podría pensar que con su sonrisa, sería capaz de iluminar cualquier lugar que quisiera. sus ojos eran muy grandes, saltones, de un color café-verdoso muy extraño y cabello de color castaño claro. le sostuve la mirada un par de segundos, incapaz de no devolverle una sonrisa a aquel niño pero casi inmediatamente giré hacia la ventana y centré mi atención en lo que podía verse a través de ella. vi pasar uno que otro auto, edificios y calles. al cabo de un rato el colectivo se detuvo en un semáforo junto a una pared donde había un bello graffiti de 3 aves muy detalladas: Del lado izquierdo una guacamalla con las alas replegadas y bañada en un color verde metálico con detalles amarillos, rojos y azules. De lado derecho un águila real de alas plegadas y un tinte café de tono mate. Entre aquellas imponentes aves un pequeño gorrión de color amarillo metálico, reposando con muchísima tranquilidad, sin importarle ni la presencia de las otras aves, ni la mirada de asombro por parte de los transeúntes.

Regresé la atención hacía el pequeño, fue entonces que me extrañó el número de pasajeros del colectivo, sólo estábamos, el niño, un par de personas en los asientos de atrás, el conductor y yo.

- oye niño ¿con quién vienes? - le pregunté extrañado por su soledad.

- cuéntame una historia - me respondió el pequeño niño de playa amarilla y pantalón azul.

Me extrañó su respuesta así que insistí con mi cuestionamiento. Él insistió con su respuesta así que recordé el mural y comencé:

- había una vez, un pequeño gorrión pecho amarillo cuya ala no tenía suficiente fuerza para levantar el vuelo, por está razón, los demás gorriones lo excluían de la parvada y todos las demás aves también lo hacían. Un día, un águila y una guacamaya arribaron al gran árbol de los ancianos, que era el hogar de todas las aves...

Sentí un golpe seco en el costado derecho, fui impulsado de manera dolorosa en dirección contraria. Sentí algo frío contra mi cara, inmediatamente después comencé a sentir un dolor sofocante en todo el cuerpo. Parecía que el colectivo se había volcado, al estampar las ventanas contra el pavimento todo se detuvo: el tiempo, mi sangre, mi respiración. Sólo cerré mis ojos y dejé que la inercia me llevará a cualquier lugar a donde fuera preciso.

Al recuperar un insignificante gramo de lucidez me encontraba tirado, sentía el gelido metal del colectivo pegado a mi cuerpo. Mis manos no respondían a ningún estímulo y mis piernas parecían desconectas de mí, el resto de mi cuerpo pesaba como si cargara una gran piedra y mi cabeza me punzaba como sí me. Busqué al niño, no encontré nada. Frente a mí, se encontraba un pequeño gorrión como el que había visto en el graffiti. Se acercó a mí y tenuemente, creí escuchar un murmullo.

- Tu historia parecía interesante, luego habrá tiempo de escucharla, ahora sígueme.

Del gorrión comenzó a salir un lindo sonido agudo, su canto, y el pico se abrió más y más, la cabeza del gorrión se acercó a mí, el resplandor sonoro del amarillo avanzó suavemente y me envolvió.