La luna estaba muy hermosa,
precisamente ese día, y yo, convivía con las sombras que me regalaba la noche.
Como una de tantas ocasiones me
había escabullido de mí casa para irme al píe de aquel gran árbol... bueno, tal
vez solo era mi percepción, puede que ese árbol no fuera tan grande, pero era
el mas grande y hermoso que había visto en toda mi vida. Me encantaba ir por la
noche para ver el paisaje que se apreciaba
desde ahí, pues, ese árbol se encontraba en un punto muy alto, donde, no
solo se lograba ver mi fraccionamiento, sino también, parte de la ciudad. Me
encantaba ir a reflexionar o, en algunos ratos, lamentarme de lo que me pasaba.
Para ese momento, hacía mucho que
no había ido, desde que salí de la secundaria, y si consideramos que estaba a
punto de entrar a la universidad, vaya que llevaba tiempo sin ir.
Mis pensamientos eran diferentes
a los que tenía, tal vez eran más maduros, o... más tontos, o me creía superior
a “mí yo” de hace algunos años, sin tomar en cuenta que era o mismo, pero con
mis conocimientos un poco menos desarrollados, pero yo me quería creer superior
a lo que era. Y, sin querer, recordé algo, lo recordé cuando pase mí mirada por
una rama de aquel árbol, en ella había algo burdamente tallado:“cuando olvides, ven y recuerda”y lo hice, fui a buscar una pala
y durante toda la noche removí la tierra que estaba bajo el árbol .
Conforme transcurría el tiempo
más me cansaba y más me desesperaba, una serie de preguntas acudieron a mi
gigante y hueca cabeza ¿ya no estaba ahí?, ¿alguien se lo había llevado? Y si fue
así, ¿quién lo hiso? Cada que movía otra porción de tierra me sentía más
agotado. Pero después de un largo rato, poco antes de desistir de mi intento,
me topé con algo, ¿era o que tanto buscaba? Y, tras un par de intentos, como
pude lo saqué.
Era un pequeño cofre de madera,
pero a diferencia de cuando lo deje ahí, cuando era un cofre muy bonito, con
remaches lindos y adornos lustrosos, puede que no resplandecientes, pero si
sobresalientes. Ahora era un cofre sucio, carcomido por la humedad, sus
remaches estaban oxidados y ya no quedaba ningún adorno. Era decadente, pero,
era lo que buscaba.
Como pude, abrí el pequeño cofre,
tuve que buscar un par de piedras y golpear el cofre repetidamente con estas,
me machuque en varias ocasiones, pero al cabo de un rato, termine sacándole la
aldaba, que ¿por qué no use la llave? Pues... no la tenía.
Al caer la aldaba pude ver los
tesoros que guardaba.
Ver todas esas chucherías me
evocaban muchísimos recuerdos, días de la secundaria, lo que conllevaba risas,
chistes, platicas incomodas... incluso las peleas, tanto con mis amigos, como
con los que simplemente, no lo eran. Además me recordaron aquellas 3 alegrías
que, aunque a sí mismo, representaban tristezas y, he de aceptar, también
dolor, nunca podría olvidar.
Empecé a esculcar en el cofre y encontré todos los
tesoros que ya había olvidado.
Encontré una pequeña carta gris
con morado en forma de luna, que me había dado mí mejor amiga, estaba con otras
2 cartas, una en forma de sol y otra simplemente era un círculo, pero bastante
decorado. También había un par de cartas que me habían regalado amigos y
amigas, en el fondo, había una pequeña bolsa.
La bolsa albergaba: Una pequeña
cadena... bueno en realidad era solo un dije con una forma rara, parecía una
rara hibridación entre una “M” y una “J”, hecha de arcilla. Había también, una
pulsera gastada, pero, aún se lograba
ver unas imágenes y en letras rojas decía “Magö de oz”. Lo último que se
encontraba en la bolsa era un pañuelo blanco, y en este se apreciaba el logo de
otra banda “rata blanca” y en la parte inferior
una “D” bordada.
Regresé a mirar lo que quedaba en
el cofre y encontré 3 conjuntos de hojas, uno conformado por 5 hojas llenas
completamente, otro conformado por 3 hojas y otro por 7 hojas con un par de
dibujos y muchas letras. Me detuve a leerlas con cuidado y me di cuenta de
algo, QUE MAL ESCRIBÍA, faltas de ortografía (que digo ortografía, HORTOJRAFIA)
que ni en este momento cometería, seguido me encontraba con errores como:
“coMpetensia” o “conBinar” sin mencionar que, si no sabía usar los signos de
puntuación ahora, en ese entonces mucho menos.
Después de leerlas todas, me di
cuenta que no estaban terminadas, “la casa de armando”, “el lago” y “Daniela”
eran las 3 historias que estaban inconclusas. ¿Era tiempo de dejarlas así? O
¿debía recordar?
Unas semanas después, regrese a
aquel lugar bajo el árbol. Con varias diferencias. La primera fue, que, el sol
brillaba en su punto más alto, aunque no afectaba, pues el árbol emitía una
sombra muy acogedora y fresca. La segunda, el mensaje tallado y que decía: “cuando olvides, ven y recuerda”, ya no se
encontraba ahí, en su lugar, mas bien, estaba tallada una frase que decía: “no olvides”. La
tercera, fue que el agujero que había cavado hace un tiempo estaba cubierto con
piedra y tierra. La cuarta, que, entendí que seguía siendo yo, ni superior, ni
inferior, que simplemente, era “YO”.
Así que, simplemente, me senté a
la sombra de aquel gran árbol. Saque una libreta, una libreta, que tanto me
gustaba, con la contraportada negra y en la portada, el mercenario bocazas,
“DEADPOOL”, la abrí y empecé a leer en voz alta:
Daniela
Álvaro era uno de esos tipos
que no gustaba de
salir, se refugiaba en sus
historias de ficción
y sus videojuegos. Era un tipo,
he de ser franco,
era un tipo feo, era alto,
escu...
Miguel Yahir Cázares Solorio
MYCS