jueves, 13 de diciembre de 2012

El cofre


La luna estaba muy hermosa, precisamente ese día, y yo, convivía con las sombras que me regalaba la noche.
Como una de tantas ocasiones me había escabullido de mí casa para irme al píe de aquel gran árbol... bueno, tal vez solo era mi percepción, puede que ese árbol no fuera tan grande, pero era el mas grande y hermoso que había visto en toda mi vida. Me encantaba ir por la noche para ver el paisaje que se apreciaba  desde ahí, pues, ese árbol se encontraba en un punto muy alto, donde, no solo se lograba ver mi fraccionamiento, sino también, parte de la ciudad. Me encantaba ir a reflexionar o, en algunos ratos, lamentarme de lo que me pasaba.

Para ese momento, hacía mucho que no había ido, desde que salí de la secundaria, y si consideramos que estaba a punto de entrar a la universidad, vaya que llevaba tiempo sin ir.
Mis pensamientos eran diferentes a los que tenía, tal vez eran más maduros, o... más tontos, o me creía superior a “mí yo” de hace algunos años, sin tomar en cuenta que era o mismo, pero con mis conocimientos un poco menos desarrollados, pero yo me quería creer superior a lo que era. Y, sin querer, recordé algo, lo recordé cuando pase mí mirada por una rama de aquel árbol, en ella había algo burdamente tallado:cuando olvides, ven y recuerda”y lo hice, fui a buscar una pala y durante toda la noche removí la tierra que estaba bajo el árbol .

Conforme transcurría el tiempo más me cansaba y más me desesperaba, una serie de preguntas acudieron a mi gigante y hueca cabeza ¿ya no estaba ahí?, ¿alguien se lo había llevado? Y si fue así, ¿quién lo hiso? Cada que movía otra porción de tierra me sentía más agotado. Pero después de un largo rato, poco antes de desistir de mi intento, me topé con algo, ¿era o que tanto buscaba? Y, tras un par de intentos, como pude lo saqué.

Era un pequeño cofre de madera, pero a diferencia de cuando lo deje ahí, cuando era un cofre muy bonito, con remaches lindos y adornos lustrosos, puede que no resplandecientes, pero si sobresalientes. Ahora era un cofre sucio, carcomido por la humedad, sus remaches estaban oxidados y ya no quedaba ningún adorno. Era decadente, pero, era lo que buscaba.
Como pude, abrí el pequeño cofre, tuve que buscar un par de piedras y golpear el cofre repetidamente con estas, me machuque en varias ocasiones, pero al cabo de un rato, termine sacándole la aldaba, que ¿por qué no use la llave? Pues... no la tenía.
Al caer la aldaba pude ver los tesoros que guardaba.

Ver todas esas chucherías me evocaban muchísimos recuerdos, días de la secundaria, lo que conllevaba risas, chistes, platicas incomodas... incluso las peleas, tanto con mis amigos, como con los que simplemente, no lo eran. Además me recordaron aquellas 3 alegrías que, aunque a sí mismo, representaban tristezas y, he de aceptar, también dolor, nunca podría olvidar.

Empecé  a esculcar en el cofre y encontré todos los tesoros que ya había olvidado.

Encontré una pequeña carta gris con morado en forma de luna, que me había dado mí mejor amiga, estaba con otras 2 cartas, una en forma de sol y otra simplemente era un círculo, pero bastante decorado. También había un par de cartas que me habían regalado amigos y amigas, en el fondo, había una pequeña bolsa.

La bolsa albergaba: Una pequeña cadena... bueno en realidad era solo un dije con una forma rara, parecía una rara hibridación entre una “M” y una “J”, hecha de arcilla. Había también, una pulsera gastada, pero, aún se  lograba ver unas imágenes y en letras rojas decía “Magö de oz”. Lo último que se encontraba en la bolsa era un pañuelo blanco, y en este se apreciaba el logo de otra banda “rata blanca” y en la parte inferior  una “D” bordada.

Regresé a mirar lo que quedaba en el cofre y encontré 3 conjuntos de hojas, uno conformado por 5 hojas llenas completamente, otro conformado por 3 hojas y otro por 7 hojas con un par de dibujos y muchas letras. Me detuve a leerlas con cuidado y me di cuenta de algo, QUE MAL ESCRIBÍA, faltas de ortografía (que digo ortografía, HORTOJRAFIA) que ni en este momento cometería, seguido me encontraba con errores como: “coMpetensia” o “conBinar” sin mencionar que, si no sabía usar los signos de puntuación ahora, en ese entonces mucho menos.

Después de leerlas todas, me di cuenta que no estaban terminadas, “la casa de armando”, “el lago” y “Daniela” eran las 3 historias que estaban inconclusas. ¿Era tiempo de dejarlas así? O ¿debía recordar?

Unas semanas después, regrese a aquel lugar bajo el árbol. Con varias diferencias. La primera fue, que, el sol brillaba en su punto más alto, aunque no afectaba, pues el árbol emitía una sombra muy acogedora y fresca. La segunda, el mensaje tallado y que decía: cuando olvides, ven y recuerda”, ya no se encontraba ahí, en su lugar, mas bien, estaba tallada una frase que decía: “no olvides”. La tercera, fue que el agujero que había cavado hace un tiempo estaba cubierto con piedra y tierra. La cuarta, que, entendí que seguía siendo yo, ni superior, ni inferior, que simplemente, era “YO”.

Así que, simplemente, me senté a la sombra de aquel gran árbol. Saque una libreta, una libreta, que tanto me gustaba, con la contraportada negra y en la portada, el mercenario bocazas, “DEADPOOL”, la abrí y empecé a leer en voz alta:

Daniela
Álvaro era uno de esos tipos que no gustaba de
salir, se refugiaba en sus historias de ficción
y sus videojuegos. Era un tipo, he de ser franco,
era un tipo feo, era alto, escu...


Miguel Yahir Cázares Solorio
MYCS

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