martes, 7 de julio de 2015

Mellado.

Masacraron macedonia, mentí, molesté, macabramente monté mojones mientras mofaba mi moral. Manejé mis menesteres masturbandolos, maté mi moral mostrando magnificencia.

Era escriba, elogiado, era esteta, el envidiado en este espacio existencial. El escozor encontré en espadas erigidas en egoísmo, en escritos elevados en egocentrismo excesivo. escuche ecos, ecos exagerados, equívocos, extáticos.

Liricamente llené los libros... Levanté lastres, liberé lazos, ladré, llamándome leyenda.

Luxadas luego las lisonjas llegadas la lluvia limpió los lienzos. languidecí, luego las lagrimas llenaron la loza, liberaronse los ladrones, los labios legaron limosnas.

Así aprendí, arqueado ante asombrosos ardides. Aquellos animales articularon astutamente. Abracé almas adoloridas aterrado ante algún ardor asesino. Acabé amarrado a amabilidades ambiguas.

Divague, decidí distraerme, dejar de declamar disparates, dilucidar diferencias. Después, drogándome de dolor, decaí, despotriqué delante de distintas doncellas donde diez dictadores decidieron desaparecerme.

Observé oscurecer, olfateé orina, oí oberturas: Otello, Orfeo, Orontea... ¿Opalescencia? Observo opalescencia... ¡Oh! omnipotente olvido, ocúltame.

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