domingo, 5 de mayo de 2013

Atado.

-¿Qué te ata aquí?- le preguntó un sujeto que llevaba sobre el harapos, una playera verde hecha añicos y un pantalón hecho de paja. Crafer lo miraba, era extraño toparse con alguien en ese lugar.

-¿por qué no sigues el camino? Ellos me dijeron que lo hiciera- comentó el desconocido.

Crafer sólo lk miraba, a el sujeto y su cabeza sin rostro, o tal vez sí lo tenía, pero crafer no lo podía ver, las reglas de ese camino eran 3. No dejar las cadenas. No podrías mirar a los demás, aunque quisieras. Y no mirarías atrás.

Crafer miro hacía atrás, el quería saber sí tras de el venía alguien, no se quería sentir sólo. Al mirar hacía atrás se topó con una figura que le horrorizó, una mujer, o eso parecía, con ropas harapientas un vestido azul con flores, desgarrado y unas medias casi deshechas. Un largo cabello castaño y un cuerpo de en sueño... Pero lo que le horrorizó fue ver el rostro de aquella mujer... El rostro inexistente de esa mujer. Sólo era una cara que parecía haber olvidado ser retratada, un pincelazo color carne en donde debía estar la cara de aquella mujer... Crafer la miró, imaginó como sería la cara de esa mujer, puso las cadenas que llevaba a cuestas en el suelo y la miró. Un rostro de en sueño, mejillas rosadas, con unas delicadas y sublimes pecas, unos pequeños labios de color rosa, una nariz chata, sus pestañas lisas y lindas, como un abanico, sus cejas, al parecer depiladas, el contorno de sus ojos delineado por su sombra natural y sus ojos, sus ojos de un tono café que se difuminaba en verde... Quedó enamorado de ese rostro, el la siguió por un par de pasos, pero reaccionó, debía regresar por sus cadenas, eran el pago para el portero, las buscó , lo juró por el creador que las buscó, un segundo de fantasía lo dejó varado, sin rumbo, sin cadenas, atrapado en ese largo y demencial camino.

-sigue- le dijo el harapiento desconocido.

-¿ves mi rostro?- preguntó Crafer. El desconocido asintió.

-¿por qué no lo haría?- preguntó el desconocido que siguió su camino sin mirar atrás.

Eso lo ataba ahí, su miedo a la soledad, lo obligó a buscar y crear una fantasía y a su vez, a quedarse sólo...

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