domingo, 31 de marzo de 2013

Dormido en el limbo

VIII.- Estanques, cuarto y voces

Subimos por la larga escalinata de piedra. Un tanto húmeda y por primera vez desde que llegué a aquel desolado lugar sentí frío, en aquella porción de la torre, donde estaba la escalinata hacía mucho frío, estaba construida todas las paredes y el techo de roca gris, las escaleras eran de la misma madera que eran el piso y las mesas de la taberna, mientras subíamos el crujir de las tablas se apoderaba del entorno.

Al terminar las escaleras nos encontramos en lo que parecía una enorme caverna muy grande a comparación de la taberna.

-wo, Diana ¿donde estamos?-

-¡ah! En los baños de la torre, a que os queréis tirar una ducha- contesto la rara chica.

Al decir esto me percaté que en la caverna había por lo menos 6 estanques y en 3 de estos desembocaba una caída de agua como si  fueran pequeñas cascadas. La caverna estaba alumbrada por unas cuantas antorchas que despedían una peculiar luz azul que hacía un gran contraste con la piedra morada de las paredes. Al fondo se alzaban lo que parecían otras escaleras que seguramente llevaban al siguiente piso. Era el lugar más bello que había visto en aquel extraño mundo.

-oye ¿que haces?- le pregunté a Diana cuando esta se disponía a retirase su túnica.

-¿que más? pos me voy a dar un chapuzón. ¿qué, vos no os lo daráis?-

-no, bueno no ahora- Diana me miro extrañada, re acomodó su túnica y me dirigió a las escaleras.

-Venga, entonces vamos arriba- me comentó un tanto molesta

subimos el otro tramo de escaleras, igual de frío y oscuro que el primero.

Al terminar las escaleras nos encontramos en un pasillo, parecido al pasillo de un hostal, iluminado con velas y un par de las peculiares anchas azules. "¿Que demonios era aquella torre?" me detuve de tajo, admirando un cuadro que se encontranba en la pared, era un bello cuadro, en el cual se encontraba retratada la gran torre y muchas sombras aglomeradas al pié de la imponente construcción.

Diana se detuvo frente a una de las puertas, usando sus grandes zarpas que ya casi habían retomado la forma de sus delicadas manos pálidas, retiró un collar que tenía enredado en su cuello y me lo dio. El collar tenía una pequeña llave de plata.

-Abre, aún no las manejo, pero ya están retomando su forma natural- me dijo Diana mientras me regalaba una sonrisa de esas que intimidad pero fascinaban y me tendía la llave.

Tomé la perilla de la puerta. La puerta estaba hecha del mismo material de las grandes puertas de la taberna y tenía un número 18 en la parte superior.

Introduje la llave en la cerradura y con un sentimiento de incertidumbre que me llenaba de pies a cabeza giré el picaporte oxidado que parecía de cobre.

Cuando la puerta se encontró abierta el sentimiento de profunda incertidumbre que contenía, fue sustituido por una euforia y felicidad tremenda. Era una recámara, una maldita recámara en medio de ese extraño mundo. No se parecía a la recámara de algún rey, pero era algo, debo admitir, más de lo que podía  esperar o pedir. Dentro de la recámara habían 2 camas individuales, una curiosa mesita entre las camas y una especie de ropero; sobre una de las camas se encontraba doblada una túnica color kaki oscuro y sobre la otra unos pantalones de mezclilla y una camisa de color verde oscuro (coño, donde está la ropa interior); sobre la mesita, que también estaba hecha de la peculiar madera, había una jarra de agua, una botella de un whisky cuya marca era extraña y un par de vasos de cristal; me aproximé al ropero y traté de abrirlo, fueron en vano mis intentos, no pude abrir el ropero pero era suficiente con todo lo demás.

-tío, podéis dormiros, yo me daré un baño ¿vale?- la chica miro la túnica, la tomo y dijo -vaya, bones no se liao para na- se dispuso a retirarse

-claro ¿y mientras yo que hago?-

-pos yo que sé, haced lo que os venga en gana, sí gustas podéis venir a daros un chapuzón, que bien os hace falta- dijo mientras se retiraba al piso de abajo.

Me recosté y me llegó esa sensación de libertad y tranquilidad que en ocasiones muy raras te dan, todo estaba tranquilo, todo estaba en paz aunque no sabía por que estaba ahí.

-¿cómodo?- preguntó una voz terriblemente familiar, miraba al techo de piedra y no bajé la mirada al instante, era imposible, hacía muchísimo tiempo que no me pasaba eso... Y peor aún, nunca había captado esa voz tan clara, tan real.

-claro que está cómodo, hasta tú lo estarías- dijo una segunda voz que me aterró igual o más que la otra.

-oye ¿que putas hace una cama en medio de una "dimensión" (o lo que dientes sea) como está?- dijo una tercera voz.

Eso no era posible, era improbable encontrarse con algo así, ahí... O no?

Al bajar la mirada me encontré con 3 figuras perfectamente nítidas, una llevaba una chamarra de mezclilla, una playera negra, unos pantalones de mezclilla con un color más claro que el de la chamarra y un par de botas; la segunda figura, llevaba una camisa de color vino, unos pantalones negros de vestir y unos zapatos muy elegantes; la tercera, llevaba una playera roja, unos pantalones de mezclilla de color negro y un par de tenis que parecían hechos de foamy.

-esto no puede estar pasando, no mamen-dije para mí en voz alta

-oh sí, sí está pasando- me contesto el sujeto de la chamarra de mezclilla en cierta burla.

Todos eran yo, sólo que ahora no escuchaba un montón de voces debatiendo en mi mente, ahora todas y cada una de mis personalidades estaban frente a mí, sonriendo y escupiendo estupideces a más no poder, todos mis álter egos estaban ahí, yahir un yo con el cabello casi a rapa, solorio un yo que parecía que no conocía ni las tijeras de caballo ni los rastrillos y cazares un yo que tenía el cabello decente, como a mi abuelita le gustaba.


y así, queridos lectores, si hoy tuvieron un mal día, no se preocupen,
mañana pueden tener uno peor.
MIGUEL YAHIR CÁZARES SOLORIO
MYCS

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